Que los adelantos de la ciencia con los que contamos hoy no te confundan. Hasta hace menos de 100 años atrás, muchos desórdenes mentales eran tratados de manera bastante arcaica, poco práctica y muy perturbadora. Una de estas prácticas eran las lobotomías, un procedimiento quirúrgico destinado a quitar o cortar “la parte dañada del cerebro”.
¿En qué consistía una lobotomía?
La lobotomía es un tipo de cirugía con fines psicológicos que se realizó en múltiples ocasiones hace unas décadas atrás para curar enfermedades mentales y psicopatías.
Esta cirugía consistía en seccionar (es decir, cortar) los fascículos nerviosos que conectaban a un hemisferio cerebral con otro para producir una interrupción total y definitiva de las sinapsis provenientes de esta región del encéfalo con el resto y así, atenuar o abolir ciertas conductas consideradas como patológicas.
El lugar donde se producen la mayoría de psicopatías es la corteza prefrontal y los médicos y psiquiatras de la época lo sabían perfectamente. Por esta razón, el sitio preferido para realizar esta “desconexión” era el lóbulo frontal, específicamente en la parte ubicada anterior a la región motora.
¿Cuál era el principal problema de esto?
Aunque la lobotomía sí atenuaba las manifestaciones patológicas de muchísimas enfermedades de la mente como la esquizofrenia y las manías, generaba mucho más inconvenientes que beneficios.
El principal problema eran los cambios en los patrones de conducta. Los pacientes comenzaban a experimentar trastornos de la personalidad que eran completamente resistentes a la terapia psicológica e incluso, a muchos fármacos de la época y la razón de esto es obvia: al cortar los delicados fascículos nerviosos del cerebro que salían de la corteza prefrontal, se producía una interrupción irreversible de las sinapsis.
La corteza prefrontal de las personas sometidas a lobotomías no era más que una región muerta del cerebro y todas las funciones de ella, eran abolidas para siempre.
Connotación de la lobotomía en la actualidad
Afortunadamente, médicos y neurocientíficos concuerdan que la lobotomía forma parte del increíble arsenal quirúrgico antiguo que ha dado paso a las técnicas más modernas y novedosas dentro de la cirugía y del tratamiento de desórdenes mentales.
La lobotomía y muchas otras prácticas médicas se consideran como símbolo de la barbarie y brutalidad con la cual muchos pacientes psiquiátricos fueron tratados hace mucho tiempo atrás.
Más allá de las horripilantes historias de pacientes, la lobotomía aportó una increíble compresión de los mecanismos neuronales de la conducta que se siguen enseñando hoy en las escuelas de medicina alrededor del mundo. Su contribución a la ciencia es indiscutible.
¿Qué efectos producía la lobotomía?
De acuerdo a los registros históricos hechos por los mismos cirujanos que la realizaban, la lobotomía inicialmente sí producía efectos positivos en la disminución de conductas agresivas, paranoides y potencialmente peligrosas para el paciente y su entorno.
No obstante, los efectos colaterales eran por mucho, más incapacitantes y dentro de ellos estaban:
Los pacientes manifestaban estupor, un estado de conciencia bastante deprimido que generaba confusión y disminución de respuestas neurológicas. Era como si el paciente estuviera dormido con los ojos abiertos.
Desorientación en tiempo y espacio. Muchos de ellos ni siquiera podía entender qué había ocurrido o cosas tan básicas como recordar su dirección de domicilio.
Incontinencia de esfínteres, lo que conllevaba a que los pacientes tenían que recibir cuidados para el aseo personal aun cuando antes no tuvieran problemas para valerse por sí mismos.
Los pacientes mostraban menor autonomía y tenían serios conflictos para iniciar hábitos saludables por sí mismos como bañarse, lavarse los dientes o conversar con amigos o familiares. La motivación era muy reducida.
Muchos pacientes también desarrollaban otros signos psico neurológicos igualmente interesantes. Por ejemplo, algunos comenzaban a experimentar episodios de apetito intenso, lo que los llevaba a comer sin control y a aumentar de peso considerablemente en unos pocos meses.
En los casos más graves, la lobotomía indujo estados epilépticos atípicos, incluso en pacientes que jamás habían sufrido una convulsión.
Lamentablemente, sobrellevar estos efectos era para muchos pacientes lobotomizados, mucho más difícil e incapacitante que los trastornos previos. Por ello, algunos murieron por las propias complicaciones de la cirugía o simplemente, se suicidaban.
Breve historia de la lobotomía
El siglo XX comenzó de manera difícil para los sistemas públicos de salud en todo el mundo, especialmente en Norteamérica y el viejo continente. La pandemia de la Gripe Española y la Primera Guerra Mundial complicaron aún más el panorama y los hospitales estaban abarrotados de personas, incluyendo pacientes psiquiátricos.
Ante esta realidad y la escasa disponibilidad de fármacos psiquiátricos, los neurocientíficos y cirujanos cerebrales (como eran conocidos) comenzaron a buscar nuevos tratamientos para estas enfermedades y desordenes. Acá surgieron algunas terapias como:
La terapia electroconvulsiva donde el paciente recibía choques de electricidad en ciertos puntos del cráneo.
la terapia de choque con insulina para disminuir los niveles de azúcar en sangre y “calmar” a los pacientes.
La terapia del sueño profundo inducida con fármacos.
En 1930, un médico llamado Gottlieb Burkhardt abrió paso a una nueva manera de trata a los pacientes psiquiátricos por medio de procedimientos quirúrgicos destinados a extirpar ciertas porciones del encéfalo y como es de suponer, el ensayo y error fue común en esta práctica sin conseguir resultados positivos.
En los años sucesivos, el conocimiento médico en las neurociencias aumentó considerablemente y nuevos tratamientos surgieron, incluso algunos de ellos de naturaleza farmacológica pero las cirugías continuaban en constante expansión.
La primera lobotomía fue llevada a cabo en 1935 por un neurólogo portugués de nombre Antonio Egas Moniz, el cual también es considerado actualmente como el padre de la psicocirugía, es decir, operaciones quirúrgicas con fines psicológicos.
Egas Moniz comparó sus resultados con los de las cirugías de extirpación cerebral y dedujo que las primeras tenían menos efectos secundarios y perfeccionó la técnica lobotómica con los años.
Se estima que más de 20,000 lobotomías se habían realizado solo en los Estados Unidos para el año de 1950.
El fin de la Segunda Guerra Mundial estuvo marcado por mucha brutalidad pero también, por incontables avances en la ciencia médica y en el desarrollo de nuevos medios para tratar enfermedades. Vacunas, prácticas quirúrgicas y medicamentos fueron desarrollados en los años posteriores y se comenzó a hablar de la psicoterapia.
Muchos psicólogos de la época iniciaron a practicar y optimizar técnicas de psicoanálisis y la tan importante terapia cognitivo conductual (TCC) con la cual, muchos pacientes con trastornos leves y severos de la conducta y la personalidad se vieron beneficiados.
La lobotomía al igual que muchas cirugías, entraron en desuso y se consideraron como obsoletas y peligrosas. Los psicofármacos aparecieron y complementaron aún mejor la terapia psicológica y así, la lobotomía quedó en el olvido.